Mariela era una “chava” común que conocí durante mis estudios en la UNAM. Se destacaba entre “tropa” porque Mariela era entrona, de carácter fuerte; que se indignaba ante las injusticias. Sus orígenes se ubicaban en barrios que habían surgido de palos, tabicones y láminas de cartón, entre calles de tierra y lodo.
Al paso del tiempo, se habría de transformar en casas grises con ventanales de fierro, y muy cerca de la UNAM.
Platicaba que hasta antes de entrar a la licenciatura, por sus rumbos había medio vivido una experiencia que no recordaba del todo. Había sido violada, en forma individual y tumultuaria, pero “gracias” a que antes perdió el conocimiento la vivencia no estaba del todo registrada. Pareciera que en mente sólo tenía un pleito callejero.
Al pasar los años, según tuve conocimiento, ya que no falta que te encuentres con alguien de tus épocas, Mariela estaba casada. Tenía un hijo y ahora se desempeñaba como una persona común. Hasta podría decirse que se había vacunado contra una nueva violación. Tenía SIDA, al igual que su hijo y compañero de ruta.
MF a 12 de Junio de 2010
